lunes, 2 de marzo de 2009

Él

Se tumbó en la cama y la música de su iPod empezó a sonar. No se cansaba nunca de escuchar esa canción que tanto le gustaba. La voz del cantante era tan… ¿cómo describirla? Cálida, atrayente, sensual, masculina; ¡tan perfecta!

Le encantaba escuchar su voz; pasarse horas allí, sin otra compañía que la preciosa voz que había cautivado su alma. No podía olvidarla. Y es que, aunque no te lo creas, se había enamorado de ella. Le daba una paz y una tranquilidad que ni los compositores clásicos habían logrado hacerle sentir. Además de relajación, lágrimas de felicidad, una sonrisa, un suspiro, y, ante todo, amor.

Cada vez que cerraba los ojos veía al cantante. Estaba sentado en un taburete de madera, allí, en el escenario; alrededor estaba todo oscuro, y una tenue luz de origen desconocido le iluminaba. Con su guitarra española, él tocaba, sólo para ella, sentada en una silla a dos metros de él. Sus ojos azules iban dirigidos a ella y a su guitarra. Su atractivo físico saltaba a la vista: era alto, delgado y musculoso, con el pelo un poco largo, alborotado y castaño claro, y esos maravillosos ojos azules.

Pero no estaba tan fascinada por su físico como por su sentimiento; el que emanaba de su ser mediante sus canciones, su voz, sus manos, de donde su guitarra podría haberse liberado para danzar al son de la música.

La estancia estaba impregnada de cada nota que cantaba y tocaba. Estaba segura de que si se levantara de la silla sería capaz de flotar.

Le encantaba cuando cantaba ese verso, el más precioso de toda la canción, y en el que él cerraba los ojos y elevaba un poco su tono de voz. Habría deseado levantarse y abrazarlo, llorando, dándole las gracias por todos aquellos versos, por todas aquellas canciones, y por todo lo que le hacía sentir. La verdad es que nunca había deseado tanto nada, y menos aún una voz; pero aquello era diferente, él, su voz, sus composiciones… todo era diferente con él; y es que él escribía y ponía música a aquellas canciones que la tenían hipnotizada. Su experiencia propia era lo que le guiaba a escribirlas, y por eso le hechizaba, con toda su perfección, porque no cambiaría nada de él, ni sus pantalones negros ni su camisa azul, desabrochado el primer botón superior y con las mangas dobladas hacia arriba, dejando descubierto medio brazo. Su piel no demasiado pálida resaltaba con la luz amarillenta que le iluminaba.

No podía quitarle los ojos de encima; hacerlo, pensaba ella, supondría cometer un sacrilegio; ¿cómo puede dejar de observarse y escucharse tanta belleza?

Y allí se pasaban horas, él cantando y mirándola; ella escuchándolo y mirándolo.

Entonces ella lloraba y lloraba, al volver a la realidad y descubrir que él no estaba allí. ¿Y si un día lo encontraba? Viviría con la esperanza de verle en algún lugar. Lo haría, y esperaría lo que hiciese falta, aunque no llegase nunca. Todavía le quedaba su voz.

6 comentarios:

  1. wooooo me encantaaaaa!!!!! a ti las historias de este tipo se te dan genial! cmo describes el sentimiento.. TODOOO!!!
    y yo que queria que la de "Te extraño" solo me ocupara dos actualizaciones..... xdxd de verdad, sigue escribiendo pronto que se te da como a nadie!!!!
    Un beso
    Angi!

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  2. Hermoso relato. Casi soy yo, sin ojos azules claro... resta saber si mi voz cautiva de esa forma (pequeño detalle). Al menos vivo de esa ilusión, porque de ello se vive.

    Sigo rescatando sentimientos en tus textos. Sigo asistiendo a tu luz de luna.

    besos,

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  3. Muy enternecedor, por un momento me he imaginado como cantaba para mi ese angel, he podido imaginar una suave melodia, gracias por llevarme hasta allí. besos.

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  4. Hola...
    Como siempre haciendome transportar, sabes de verdad como hacer entrar completamente uno a la historia.

    Me gusta mucho!!!

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  5. Precioso relato, por un momento me he transportado a ese íntimo concierto, sabes hacernos viajar y sentirnos partícipes de tus historias. Un beso

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