¿Paz y tranquilidad?

De repente se despertó. Al principio no supo el motivo, pero después oyó el sonido repetido de un claxon. Se reincorporó y miró el reloj digital de la mesilla de noche; eran las cuatro de la madrugada.

-¿Quién demonios hace sonar el claxon a estas horas?

Se levantó y fue hasta la ventana para mirar la calle. Había un deportivo rojo aparcado delante de su casa, y tenía un ocupante. Acto seguido su móvil empezó a vibrar encima del escritorio. No conocía el número, pero descolgó.

-¡Sal de ahí! – le gritó una voz masculina por el auricular.

-¿Cómo dice?

-¡Sal de la casa! ¡Por favor, hazme caso!

-¿Quién es?

Vio que el ocupante del deportivo salía del coche y le hacía señas. Era un chico joven, y parecía desesperado.

-Por favor Blanca, sal de ahí. Te lo suplico.

-¿Cómo sabe mi nombre?

La chica oyó como el desconocido lloraba al otro lado del teléfono. Continuaba haciéndole señas; y ella no comprendía nada. Dirigió su mirada hacia las ventanas de los vecinos, pero nadie más parecía ser testigo de la escena.

-Si sales de ahí te lo explicaré todo.

Pero Blanca no tuvo tiempo de decir nada más al desconocido, porque alguien la cogió por la cintura y la arrastró hacia la penumbra de la habitación. El móvil le cayó al suelo, e intentó gritar, pero le taparon la boca con una mano fría y dura. No llegó a ver la cara del agresor, porque con la otra mano le sujetaba fuertemente la cabeza hacia un lado.

-Ah, Blanca; al fin. No sabes cuánto tiempo llevo intentando esto…

Notó un dolor punzante y horriblemente doloroso en el cuello; aquel ser le había perforado la piel. Cerró los ojos ante ese insoportable dolor. Intentó gritar, pero todo sonido quedaba amortiguado por esa fuerte mano. Otro golpe la sorprendió, y cayó al suelo. No abrió los ojos, y se puso una mano encima de la zona dolorida. Notaba la sangre caliente que brotaba de las heridas. Hizo todo lo que pudo por mantenerse despierta, pero poco a poco sus sentidos se fueron apagando, hasta que quedó inconsciente.

Se despertó por la mañana dentro de su calentita cama. Después de unos segundos de mirar la luz que entraba por la ventana se acordó de todo. Se levantó y corrió hacia el baño. Allí se miró el cuello en el espejo. No tenía completamente nada, ni una cicatriz. Volvió a su habitación y examinó el suelo. Nada indicaba que alguien hubiese estado allí aquella noche aparte de ella. Confundida, miró por la ventana al cielo, pero no vio que un chico la observaba desde un deportivo rojo aparcado delante de su casa…